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Después de algunas cintas muy bien narradas, el director Joe Wright encuentra en esta historia, su producción mas vanguardista pero también la mas fría.
Anna Karenina es una producción visualmente apabullante, muy imaginativa y con una estructura fascinante. Sin embargo aquí la forma se come al fondo y las actuaciones pasan a segundo plano quitándole dramatismo a esta historia.
Con un gran elenco las actuaciones cumplen pero hasta ahí. No hay un sentimiento ponderante, debido a que todo lo que envuelva a esta producción es tan asombroso que pareciera que el director buscaba algún pretexto para poder hacer gala de su imaginario. La película es buena, pero dista ser la mejor de su repertorio.
Quien es aquí el verdadero protagonista es el diseño de arte, el vestuario, la fotografía y la música. Según cuenta la “leyenda”, para esta producción estaba falta de presupuesto, por lo que los encargados aplicaron el lema del burro de Shrek: “Lo que alguien puede hacer con poco presupuesto y mucha imaginación.”

Aquí se desborda creatividad en toda la extensión de la palabra. Al ser narrada la historia en casi un 80% dentro de un teatro a falta de locaciones. Los encargados se dieron a la tarea en recrear el mundo de Karenina y hacer que la imaginación del espectador volara. Aun no entiendo como Lincoln le arrebato el Oscar a mejor Diseño de Arte a esta cinta, cuando es muy superior a la de Spielberg.
Por poner un ejemplo, la escena donde Karenina acepta bailar el vals con su amante, es un momento tan detallado y bastante bien logrado; junto a la coreografía del resto del elenco, que es una de las escenas mas imaginativas que se han visto en los últimos años.
El vestuario es asombroso, la música y la fotografía complementan esta obra. Es por eso que Joe Wright convierte esta legendaria historia, en un estruendo visual, a diferencia de sus otros trabajos.
Vale la pena pagar el boleto. Si bien no hay un sentimiento desgarrador de perdida entre los personajes, o un amor que permee al espectador, si es un trabajo digno de presumir , por el esfuerzo artístico y artesanal, en tiempos donde los efectos por computadora reinan.

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